Feliz y doloroso grito de impotencia, un pincelazo del rostro priista
Ahora me alcanza la nostalgia. En el mes de las ‘fiestas’
patrias. Y en la lejanía, tristemente veo desfilar noticia tras noticia de cada
vez peores condiciones para mi querido México.
Veo la foto delos priistas del Artículo “Un gobierno
que se hunde” de Pablo Gómez, en el portal de Carmen Aristegui y no veo más que
prepotencia, desinterés por el pueblo, preponderancia…
Mi último mal rato (en enero de 2009) que me tocó
vivir de cerca con los priistas fue cuando el entonces rector de la Universidad
Intercultural del Estado de Puebla me dejaba sin contrato injustificadamente, apenas un
semestre después de regresar de un intercambio Fulbrigh-García Robles. La intención
era no recontratarme desde el momento en que regresaba, pues a su manera de ver
estaba reincorporándome con más de tres días de ausencia. Salía a fines de
junio de Plattsburgh, NY; y al hacer el cambio de vuelo en Nueva York, Aeroméxico
ya no nos dejó abordar. El pasaporte de mi niño Alejandro estaba vencido. Era
un bebé de dos años. Y aunque no tenían derecho a retenernos ya que
regresábamos a nuestro país, pues perdimos el vuelo y nos hicieron tramitar el
pasaporte. Bueno, pero ese otro mal rato en Nueva York es otra historia.
Y esa misma suerte de no recontratación habían corrido
otros colegas desde el primer año, con quienes compartía ideales académicos de
mejorar la enseñanza con la rigurosidad académica que exige ser universitario. Al igual que mejores condiciones de trabajo.
Cuando me reincorporaba a la Universidad, en julio de
2008, el rector me salía con la noticia de que había faltado a mis labores por
más de tres días. Le expliqué la situación que había ocurrido. Pero parecía no
importarle. Era viernes y me regresé a
Puebla, pensando en la asesoría en la Secretaría del Trabajo. Para la tarde, la
abogada de la Universidad ya me estaba llamando, y diciéndome que no había
ningún problema con mi recontratación. En la Secretaría del trabajo me
tranquilizaron porque en mi situación se calculaban no sé cuántos kilómetros
por día a partir del momento en que salí del lugar del intercambio. Así que no
se podía aplicar eso de la ausencia por más de tres días. También me
recomendaba que no firmara nada, que automáticamente me podía reincorporar. Pero
como me comentaba un compañero, si no firmas te van a hacer la vida imposible.
Y como la actual dinámica de contratos es, o era por semestres (con un vacío de
quince días) había firmado mi propio despido, pues la universidad no se
compromete a recontratar. Ese fue el inicio de un periodo de dos años de casi
desempleo. Unas horas clase por aquí y otras por allá no alcanzan para
subsistir. Subsistimos gracias al apoyo de mi esposa, que con su ayuda
vendíamos lo que podíamos.
Desde entonces guardo un rencor encarnecido hacia todo
priista. Y aquí sí que me perdonen los priistas que sean la excepción, pero el
dicho de que ‘no todos son iguales’ no alcanza a borrar la impresión que me
quedó después de vivir de cerca la prepotencia, la preponderancia y placer del
poder que disfruta un priista. Por eso no veo en sus caras de priistas
intercambiando puestos más que ambición de imponer su poder de mando en el
puesto que les toque. Cuando votaban por Enrique Peña, por quien por supuesto
no voté, y resultaba ‘ganador’, me daba pavor el pobre futuro de México. No
estoy a favor de ningún partido. Creo que el poder enferma, no tengo idea de
qué manera, pero ¿quién se salva? Pero votar por el Pri, me parece, es lo peor
que se puede hacer.
De lo que me tocó vivir de cerca puedo decir que pude
apreciar en un priista algunas características que se pueden observar en otros:
_ Muchas veces, sino es que siempre, son asignados a
puestos por alguna deuda política.
_ Son preponderantes hasta lo inimaginable.
_ Tienen poca simpatía, o ninguna por discusiones y
rigurosidad académica en la enseñanza.
_ Hacen hasta lo imposible por disminuir el ingreso
del sector de empleados que tienen a su alcance, es decir, los que estén en sus
manos. Con esto me refiero a contratos con cláusulas poco favorables para los
ofrecedores de un servicio, llámese empleados, maestros, etc. Por ejemplo,
cuando se iniciaba la Intercultural del Estado de Puebla, los contratos eran
por un año. Al siguiente año, por mágicas razones pasaba a ser semestral o
menos.
_ Buscan el máximo compromiso posible y el máximo de ‘producción’
burocrática que se pueda ver (todo se reduce a números). Lo cual contrasta con
la reducción de sueldos.
La lista podría ser infinita. Pero basta con esta
pequeña muestra. Repito, perdón por las excepciones, si las hay. Las preguntas que se me han quedado anidadas desde entonces son¿qué motiva al funcionario a
disminuir y disminuir lo más posible los ingresos del trabajador? ¿Acaso no es más
que un administrador de servicios, cuyos recursos no pertenecen a él sino al
pueblo, y que sólo está de paso para servir y no para servirse? ¿Acaso son
premiados por los logros que muestren al reducir y reducir los ingresos de
quienes están bajo su estatus, laboralmente hablando? ¿Qué ideología hay detrás
de eses mentes?
Perdón por el discurso quejumbroso, pero con la
nostalgia de las ‘fiestas’ patrias, y las circunstancias que se viven en México
vienen a encenderme esos quemantes recuerdos.
North Point, Hong Kong. A 15 de septiembre de 2015.
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